TEMPESTAD

TEMPESTAD.

Por: Alonso Quintín Gutiérrrez Rivero

Venida de muy lejos, de la audacia del cielo,

desciende la lluvia.

Sin piedad desata la furia existencial de la montaña,

sin tregua, se abraza al cobertizo de las casas.

Un sopor de tinieblas y cenizas

levanta remolinos de hojas.

El viento dormita con ferocidad de tempestad

en la clandestina mansión de los truenos.

El ángel exterminador desciende con espada reluciente.

Un estruendo sacude las entrañas de la tierra.

No hay preguntas.

Tal vez la historia de edades colosales

se quede en este instante detenida.

Noche de relámpagos

empedrada de lejanías y misterios.

Noche de preguntas

en el abecedario del infierno.

La tempestad padece,

un sueño de ríos turbulentos.

Por los umbrales de  rocas

vencidas por l tiempo,

un temblor  de ecos,

estruendo de eucaliptus,

fantasmas de aromas, madrigueras,

donde  el águila, soñaba

vuelos de  inmensidad;

caen piedras de granizo

derribando árboles y pájaros.

Una nube negra zigzaguea por los desfiladeros.

El mohan corre. Medra el miedo.

El  oscuro parpadeo del misterio.

Una mujer de cabellos verdes y ojos de amatista,

grita, desata truenos y relámpagos.

El  pueblo parece envilecido.

Los ojos se pierden en la niebla

en un soliloquio de esmeraldas

y tierras arrasadas.

La lluvia, baja por una gradería

de nubes asustadas.

Crece la borrasca entre el terror y el miedo,

se pierde entre las casas,

avanza por calles empedradas.

La tempestad, borra existencias y abolengos,

cada grito es el recuerdo

del lejano entendimiento

entre Dios y algún mortal.

Un relámpago atraviesa

 las puertas de la tragedia humana.

El canto  imposible de una estrella remota,

prolonga la agonía del silencio,

entre sabanas verdes .