YA NO HAY CUCARACHAS PERO SI BALAS EN EL PAN

De sus grandes puertas desfilan 

Rifles y humanos que ya huelen

A carne de cañón. Y los sueños, ¿dónde están? 

Huyendo del miedo, tal vez, de la furia

De los ojos de la adultez, de su boca

Que tritura la esperanza, la amasa, y la escupe.

Ya nadie sueña. Dormir es como cerrar los ojos

Y esperar a que el pensamiento se pierda

En una cortina oscura. La bombilla se desgasta.

Negamos nuestro fracaso.

Comienza la guerra y los niños ya no le temen,

No se ocultan, en cambio, venden su vida 

Otras doce horas en una fábrica…que no es de sueños.

No sonríen pero si comen, eso… también está bien.

Finaliza la guerra y los adultos relatan

Grandes fábulas y otras cuantas historias

Sobre su rol en la guerra y su amor

A la cultura de la violencia: ¡qué viva, qué viva la nación!

Se les implanta la semilla del patriotismo 

En la panza; adentro crece una plaga 

Que espera…

(A que el hambre golpeé en cada puerta)

Un niño muere,

Crece y es inevitable que se convierta en un adulto.

Un niño muere

Y tras de él espera otro

Que mañana a las 7 de la mañana

Hará fila esperando su turno de 12 horas

En una fábrica que no es de sueños…

Y aún no lo sabe

Pues ignora que la felicidad

Es un tesoro que tan sólo dura

Los primeros doce años de vida.

El resto es una rutina que ocurre

Otros cuantos años y que no se le llama infancia…

La guerra es un ciclo permanente y vicioso

Porque viciosa y permanente es su acción

De convertir la infancia en fábricas de odio y venganza.

Juan Pedro Pablo

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